9/20/2007

Manchas solares / Diego Lazarte
Lima, Paracaídas editores 2007

Por Luis Fernando Chueca

Con La clavicula de salomón, Diego Lazarte dio muestras evidentes de un oficio consistente y asumido con seriedad. La búsqueda, en la demonología, de un tema o motivo articulador, ayudaba a demarcar su territorio: lo misterioso, el lado oscuro del hombre y la sociedad, las fuerzas que nos habitan y que, muchas veces, nos sobrepasan. El conocimiento de códigos ocultos o la particularidad del saber y poder de estos demonios permitía la analogía con la búsqueda de la palabra fundamental de la poesía y sus capacidades (y magias) escondidas.
Con Manchas solares, Lazarte regresa sobre un eje semejante pero distinto al mismo tiempo. Otra vez se preocupa por algo que, a los humanos, nos constituye íntimamente –y de manera velada-; pero ahora, a partir de su elección de las polivalentes manchas del test de Rorschach, indaga también más libremente en sus propias fiebres, tensiones e imaginarios; aquellos que –como recuerda lúcidamente José Ruiz Rosas en la presentación del poemario- permiten la esperanza de “ver en los recuerdos un faro que nos deslumbre con su oscuridad”.
En el poema que abre el conjunto, el yo lírico (evidente poeta de este mundo vislumbrado y cartografiado) se propone como receptor o pararrayos escogido por los astros para emitir sus radioemisiones o mensajes. ¿Se dirige a sí mismo?, ¿a la humanidad en general?, ¿a los otros poetas, como él,? Con su designación como encargado de hacer oír estos mensajes, traza una interesante línea de continuidad (concepción platónica de por medio) entre la palabra poética como voz de otro que solo un ser de privilegiada sensibilidad puede alcanzar y la escritura como emergencia de lo más íntimo y subterráneo del hombre (“Mis oscuros pensamientos / Aliementan un sol / Que ha crecido obscenamente / Que ha brillado por su insania / Y sus altas llamaradas”). Esto último a través de la exploración de las figuras de Rorschach que apuntan a develar los mecanismos internos de la imaginación y las diversas percepciones.
Como el título anuncia, los resultados de estas múltiples indagaciones -a partir de lo sugerido por el detonante de la lámina ofrecida- son manchas solares; es decir, como esas zonas de menor temperatura y alto magnetismo visibles en la superficie del sol. En esos dibujos verbales de alucinada serenidad se repasan miedos, anuncios, temores, esperanzas y deseos (el predominio del futuro y el condicional son claves en esto) que corresponden a quien codifica estos mensajes, aunque también, como vimos, lo exceden: vienen como cifrados mensajes de los astros y al mismo tiempo son capaces de convocar en sus imágenes a otros, si no a todos. A ello contribuye, por supuesto, la delicada sensorialidad de las imágenes, la tersura verbal y el ritmo cautivante de los versos.
Por ello, es posible reconocer en este libro de Lazarte la búsqueda de una nueva analogía con el significado trabajo del poeta. Capturar las emisiones astrales, sumergirse en los ecos del inconsciente, auscultar las múltiples reverberaciones de esos dibujos casi informes son representaciones que nos acercan a una de las tareas más importantes del oficio de la palabra: descubrir y, con ello, descubrirse. Diego Lazarte, pues, nos entrega un registro al que debemos atender, pues sin duda ahí también podremos encontrarnos.

(Texto tomado de Letras.s5.com)

9/19/2007

Posteamos aquí la nota de prensa aparecida en la pagina web de RPP Noticias publicada a proposito de la buena acogida hecha por la prensa española de la publicación en ese país del libro de Sergio Galarza y Cucho Peñaloza: Los Rollings Stones en Perú. Ahí les va:

Los Rollings Stones en Perú”, libro narra viaje de la banda británica a nuestro país

A finales del año 1968, uno de los más duros de su carrera, Mick Jagger y Keith Richards decidieron huir del acoso mediático y policial que vivían en el Reino Unido y partir a Sudamérica en un viaje del que ahora da cuenta el libro "Los Rolling Stones en Perú", que acaba de publicarse en España.
Narrado por el escritor peruano Sergio Galarza y el locutor radiofónico Cucho Peñaloza -también peruano-, el libro (editorial Periférica) recopila leyendas, testimonios y anécdotas sobre la visita de los miembros de la banda británica en Perú, y sobre una posterior de Jagger para participar en 1981 en el rodaje de la película "Fitzcarraldo".
"El viaje a Perú supuso un respiro para ellos, ya que entonces se encontraban en un momento muy crítico tras varios arrestos por posesión y tráfico de drogas en el Reino Unido y después de que el guitarrista Brian Jones hubiese sido prácticamente separado del grupo", explicó a EFE Sergio Galarza.
Con el propósito de encontrar "un poco de calma para pensar en la continuidad del grupo en un lugar donde no fuesen reconocidos", Jagger y Richards, en compañía de sus novias de entonces, Marianne Faithfull y Anita Pallenberg, aterrizaron a finales de 1968 en Sudamérica, donde primero pasaron unos días en Brasil y después, ya sin Marianne, partieron a Perú.
"Yo creo que ellos no tenían ni idea de donde estaban. Se encontraban desesperados por abandonar el Reino Unido y optaron por Sudamérica porque era un lugar que sonaba exótico y en el que pensaban que pasarían desapercibidos, y es probable que en ningún lugar del mundo se hayan sentido más tranquilos", aseguró el escritor.
Esa visita dejó una serie de escándalos y leyendas como sus expulsiones de los lujosos hoteles Crillón y Bolívar, acusados de "hippies", y sus supuestos paseos semidesnudos por el entonces exclusivo balneario limeño de Ancón, que ahora recogen Galarza y Peñaloza en su libro, para el que estuvieron documentándose durante más de dos años.
Pero también dejó la canción "Honky Tonk Women", la última que grabaron con Brian Jones y también el último de sus grandes singles de la década de los 60, en la que editaron discos como "Aftermath" (1966), "Their Satanic Majesties Request" (1967), "Beggars Banquet" (1968) o el que grabarían tras su travesía sudamericana, "Let it Bleed" (1969).
Jagger volvió a Perú en 1981 para participar en el rodaje de la película "Fitzcarraldo", del alemán Werner Herzog -que finalmente eliminó su papel del guión-, y permaneció tres meses entre Lima y la ciudad amazónica de Iquitos, en una estancia que también dejaría varias anécdotas.
"Aún hoy mucha gente sigue sin creerse que los Stones estuvieran en Perú y con la intención de aclararlo quisimos hacer este libro, en el que sólo recogemos los testimonios de quienes realmente les conocieron y ofrecemos una visión más desnuda de Jagger y Richards", explicó Galarza, quien definió su obra como "la voz del fan".
(Foto: The Rolling Stones)

9/18/2007


POESÍA EN EL YACANA

Jr. de la Unión 892 (segundo piso) Centro de Lima

viernes 21 de setiembre 7:30 pm

HOMENAJE & CELEBRACIÓN AL POETA

ENRIQUE SANCHEZ HERNANI

Leen:

Dalmacia Ruiz Rosas
Óscar Aragón
Armando Arteaga
Bernardo Alvarez Héctor Ñaupari
Tatiana Berger
Efraín Altamirano

desde Filadelfia Róger Santiváñez

ENTRADA LIBRE

(foto: Enrique Sánchez Hernani)

9/14/2007

La toma de la facultad de letras o el Septiembre de 2007

Llegamos y nos encontramos con todos los atrincherados, la solución es incierta . Somos más de dosmil alumnos y no tenemos aulas para estudiar, parece ser la consigna. La facultad de educación parece ser la adversaria, sugiere un panel, el problema central no está en las peleas internas, piensa un trabajador, el problema central no está en el personal administrativo dice un compañero exaltado, el problema es el rector y la plana dirigente, y muchas voces en cuello reclaman la cabeza del rector, la inversión pública para una facultad de letras no es nada comparada al de otras carreras, la galería de arte tan sólo es un espacio cerrado por múltiples barrotes, a fin de cuentas, es un rincón abandonado, piensa otro alumno, la peste de Camus ha llegado, la insatifacción reina, la política cultural del estado es la de la burocracia imperante, piensa una alumna linda, todas las facultades de letras o de humanidades de las universidades públicas no tienen donde caerse muertas, piensan los perros vagabundos que rondan por la universidad, falta un edificio nuevo, una biblioteca acorde a los tiempos, equipo técnico, etcétera, dice otra alumna linda, mientras nos quedamos obnuvilados por su belleza, el vano oficio de los literatos, filósofos, linguístas, bibliotecarios, no tiene relevancia alguna, eso al menos, sugieren los tiempos post-modernos, piensa un alumno de ingeniería. Los alumnos de educación piensan, los compañeros de letras tienen una percepción negativa de nuestra facultad, tenemos dos locales y no podemos mudarnos a nuestras instalaciones, pero si los administrativos son los que la ocupan, piensa un tipo de lentes, los perros aúllan una vez más, el pensamiento de la inutilidad de las letras y las humanidades dominan la sociedad entregada a la producción. Vamos, letras no es productiva, piensan los dirigentes administrativos, sólo huevean en sus bibliotecas , creo que desarrollan estudios extraños ¿Eso es trabajo? Piensa un empresario empujado a ganar millones de dólares, mientras nuestras bibliotecas se caen a pedazos, todas las facultades de letras o de humanidades de las universidades públicas no tienen donde caerse muertas, piensan los perros vagabundos que rondan por la universidad.

9/10/2007


Ediciones El billar de Lucrecia presenta
su colección y sus dos títulos de autores peruanos:
Bala perdida de Montserrat Álvarez y
Horoskop de José Carlos Yrigoyen

Participan
Arturo Corcuera, Carlos López Degregori, José Carlos Yrigoyen, Jerónimo Pimentel, Rocío Cerón

Jueves 13 de septiembre, 19:30 hrs
Centro Cultural de España (Lima, Perú)
Natalio Sánchez 181,
Plaza Washington
Vino de honor

9/05/2007


La historia de un ojo morado


Por Rodrigo Moya* La Jornada/La Tercera Cultura. Sábado 10 de marzo de 2007


Tal vez Gabriel García Márquez sea el mas popular de los mortales, porque es asombrosa la cantidad de gente que en una reunión o fiesta cualquiera se refiere a él como "el Gabo", como si lo conociera de toda la vida. Algunos hasta lo llaman "el Gabito", pero en más de una ocasión he descubierto a ciencia cierta que dicha familiaridad es ficticia, y que quienes lo tratan con tal confianza quizás lo han leído de cabo a rabo, pero nunca han cruzado una palabra con él.
Mi madre, Alicia Moreno de Moya, sí que podía referirse a Gabriel García Márquez y a Mercedes Barcha, su esposa, como amigos muy cercanos, y referirse a él como mi Gabito o Gabo de mi alma, y a Mercedes como Meche linda, o mijita linda. Y es que Alicia era una colombiana de Medellín, una antioqueña de pura cepa, una auténtica paisa, como la defina el propio García Márquez. El y Mercedes la querían como una de los mejores representantes de la colombianidad en México.
En alguna de aquellas fiestas de intelectuales y artistas de destinos aún inciertos, el tal Gabo no me cayó muy bien que digamos. En plena reunión se tendió en uno de los sofás, la cabeza apoyada en el brazo acodado, y desde esa posición como de marajá aburrido sostenía escuetos diálogos, o emitía juicios contundentes o frases entre ingeniosas y sarcásticas. Estaban aún lejos Cien Años de Soledad y el Premio Nobel, pero el paisano de mi madre se comportaba ya con una seguridad y cierta arrogancia intelectual que no a todos agradaba. Poco después leí La Hojarasca, y luego Relato de un Náufrago, y El Coronel no Tiene quien le Escriba, y todo lo que escribiría a lo largo de los siguientes casi 50 años, y entendí por qué aquel tipo de bigote y gestos como de fastidio y pocas pero contundentes palabras podía recostarse en el sofá en medio de una ruidosa tertulia y decir lo que le viniera en gana.
Por aquellas tertulias en la casa materna fue que tuve cercanía amistosa con García Márquez, Mercedes y sus hijos pequeños Rodrigo y Gonzalo. Yo sí tenía el derecho de llamarlo Gabo, pero nunca llegué a llamarlo Gabito, pues de alguna manera lo he visto como un gigante al que no le van los diminutivos.
Por eso, fue natural que el 29 de noviembre de 1966 el Gabo apareciera por mi apartamento en los Edificios Condesa, para que le tomara algunas fotografías para ilustrar la solapa o la contraportada del libro que había terminado después de dos años de trabajo, y estaba ya en manos de los editores. El saco que había escogido Gabo para aquella sesión era despampanante, y estuve tentado de sugerirle mejor una foto en camisa arremangada, o prestarle una de mis chamarras, pero usaba la prenda con tal naturalidad que adiviné que la amaba, y así las fotos se hicieron a su manera. La foto era para Cien Años de Soledad, cuya edición se preparaba en Buenos Aires. Pero nadie sabía, quizás ni él mismo, lo que ese título significaría en la historia de la literatura.
Diez años más tarde, el 14 de febrero de 1976, volvió a tocar el timbre de mi casa, en la colonia Ñapóles, para que le tomara otras fotos. Esa vez lo notable no era el saco de cuadritos, sino el tremendo hematoma en el ojo izquierdo y una herida en la nariz, causados por el puñetazo que dos días antes le había propinado su colega y hasta ese momento gran amigo Mario Vargas Llosa.
El Gabo quería una constancia de aquella agresión, y yo era el fotógrafo amigo y de confianza para perpetuarla. Claro que pregunté azorado qué había pasado, y claro también que Gabo fue evasivo y atribuyó la agresión a las diferencias que ya eran insalvables en la medida que el autor de La Guerra del Fin del Mundo se sumaba a ritmo acelerado al pensamiento de derecha, mientras que el escritor que seis años después recibiría el Nobel seguía fiel a las causas de la izquierda. Su esposa Mercedes, quien lo acompañaba en aquella ocasión luciendo enormes lentes ahumados, como si fuera ella quien hubiera sufrido el derechazo, fue menos lacónica y comentó con enojo la brutal agresión, y la describió a grandes rasgos: en una exhibición privada de cine, García Márquez se encontró poco antes del inicio del filme con el escritor peruano. Se dirigió a él con los brazos abiertos. ¡Mario...! Fue lo único que alcanzó a decir, porque Vargas Llosa lo recibió con un golpe seco que lo tiró sobre la alfombra con el rostro bañado en sangre. Con una fuerte hemorragia, el ojo cerrado y en shock, Mercedes y amigos del Gabo lo condujeron a su casa en el Pedregal. Se trataba de evitar cualquier escándalo, y el internamiento hospitalario no habría pasado desapercibido. Mercedes me describió el tratamiento de bistecs sobre el ojo, que le había aplicado toda la noche a su vapuleado esposo. Es que Mario es un celoso estúpido, repitió ella varias veces cuando la sesión había devenido en charla o chisme.
Según los comentarios que recuerdo de aquella mañana, mientras ambas parejas vivían en París, los García Márquez habían tratado de mediar en los disturbios conyugales entre Vargas Llosa y su esposa Patricia, acogiendo sus confidencias. Como suele suceder, los consejos o comentarios de la pareja colombiana rebotaron hacia Vargas Llosa cuando éste volvió al redil y se reconcilió con su esposa. Y lo que sea que se hubiese dicho o sucedido, el caso es que el peruano se sentía gravemente ofendido, y su furia la resolvió de aquella manera expedita y salvaje. Guarda las fotos y mándame unas copias, me dijo el Gabo antes de irse. Las guardé 30 años, y ahora que él cumple 8o, y 40 la primera edición de Cien Años de Soledad, considero correcta la publicación de este comentario sobre el terrorífico encuentro entre dos grandes escritores, uno de izquierda, y otro de contundentes derechazos.
*Fotógrafo mexicano nacido en Colombia.
(Tomado de letras.s5.com)