9/07/2009

Detritos de Wilver Moreno Tineo por Miguel Ildefonso

En Detritos (Paracaídas Editores, 2009) de Wilver Moreno Tineo (Ayacucho, 1982) estamos ante una poética de la búsqueda o de la exploración del cuerpo. Es la travesía de la nocturnidad, ceguera y visión del poeta con su mano desasida, con su piel desasida, en un mundo que vive el “ocaso del tiempo/ la ruina nudosa”. El poeta realiza sus ritos nocturnos de escritura, se ilumina a ratos solo lo suficiente para proseguir con su vieja búsqueda, esa que proviene de tiempos esplendorosos. El poeta transita como un condenado tras el abrigo de alguna luz que le devuelva su forma humana. La poesía es ese refugio sagrado, esa boca humana, única certeza y luz en un mundo oscuro en donde vamos a tientas. La poesía es ese éxtasis que se le presenta repentinamente, como el que surge de la corporeidad del vino, pero sobre todo del que nace, como dice Wilver Moreno, de la “fermentación de mujer lluvia y nube” que es capaz de hacer volcar al cielo sus frutos. Es decir, la creación proviene de un desdoblamiento espiritual, de la consumación de la palabra con lo sagrado, de la inmolación de nuestro cuerpo en otro. “Blancas murallas/ conducen los dedos a las rugosidades del devenir”, se dice en el poema Cuerpo de la calle. La ciudad es el ámbito de su desvarío, es el extravío en el que transcurre la “aridez de las líneas”. Visto desde ese ámbito su búsqueda podría ser más bien un escape, como el de Carlos Oliva, a quien va dedicado dicho poema, pero no; es, en todo caso, la fuga hacia sí mismo, hacia esa muerte que llevamos dentro. Por eso la ciudad, o la sociedad, se esfuerza por arrebatarle no solo la vida sino además la muerte, su eternidad, su condición absurda. La ceguera del poeta es su exilio, el espejo en donde no se ve reflejado; porque el poeta está en los otros, condenado a ver solo la destrucción, a vivir, como un artificio o simulacro, la tragedia de los otros. Sus ojos son “duros como cristales”, dice, porque ni sus visiones tampoco son de él. El infierno son los otros, decía Sartre. Y es allí en donde se inmola, finalmente. Por la boca de la noche el poeta desciende al otro lado del espejo que somos todos. En una “noche negra y clara pura” el cuerpo se transfigura, como el amor, como la poesía, a través del deseo. Luego encuentra la luz y su desnudez. El escape fue hacia dentro de uno, que es todos, se convirtió en alguien más fiel a sí mismo. Ese resto alimenticio, inútil ya, es la imagen de un yo transformado en metáfora de su libre ser.

9/02/2009

Presentaciones de Detritos de Wilver Moreno Tineo y El tiempo es la herida que gotea de Gladys Mendía


Presentaciones de los libros:

Detritos de Wilver Moreno Tineo y
El tiempo es la herida que gotea de Gladys Mendía

Lecturas:
Karina Valcarcel, Laura Rosales,
Ludwing Saavedra, Mario Morquencho


Viernes 4 de setiembre, a las 6 p.m.
1er piso de la Facultad de Letras
Repertorio Bibliográfico de la UNMSM