4/29/2008

La santa cede

miércoles 30 de abril
centro cultural de españa
(jr. natalio sánchez 181 -frente a la plaza washington.
altura cuadra 6 avenida arequipa. lima)
7.00 p.m.
comentan:
Oswaldo Reynoso
Beto Ortiz
Jaime Guzmán Aranda
Augusto Rubio Acosta
invitado especial: Lucho Oliva,
la mítica voz de los rumbaney

4/09/2008

César Hildebrandt sobre Melissa Patiño

Presa de desesperación

Melissa Patiño Hinostroza tiene 20 años y piensa que el mundo puede ser distinto. O sea que piensa que los pobres no tienen por qué ser eternos, que la neumonía no debería cundir en cada invierno de las callejuelas, que el doctor García podría ser menos ahijadito de Bush, Bush menos padrino de la mafia de Cheney, el dinero menos principal y la posibilidad de mirar las musarañas y no morir a manos de un microbusista, algo menos remoto de lo que es ahora.
En fin, Melissa Patiño tiene 20 años, estudia Administración de Empresas en San Marcos, escribe poesía, es miembro del grupo cultural “Círculo del sur”, trabaja en la producción del programa radial “Todas las voces” (Radio Stereo Villa 101.7) y, representando justamente al director de ese programa, acudió al segundo encuentro de la Coordinadora Continental Bolivariana, que se realizó a puertas abiertas en Quito, Ecuador, con delegaciones juveniles del país anfitrión más Venezuela, Uruguay, Brasil, Perú, Argentina y Cuba.
De regreso al Perú, Melissa tomó un ómnibus puesto a disposición por los organizadores del evento. Al cruzar la frontera, en Aguas Verdes, fue detenida por la policía política peruana, esposada, fotografiada, grabada por las cámaras solícitas de la televisión y exhibida en la prensa como “una de las terroristas que estuvieron en una reunión en Quito, donde se tramó cómo sabotear las cumbres de jefes de Estado que está preparando el Perú”.
Melissa Patiño no pertenece al MRTA ni simpatiza con ese grupo que, en efecto, confundió la rebeldía de los pueblos con el asesinato sectario. Tampoco, desde luego, tiene que ver con Sendero, la sucursal del difunto Khmer Rouge en el Perú. Es más, Melissa no tiene ejercicio partidario alguno y si en alguna juventud milita es en la suya, que apuesta por la cultura como agenciadora de mejores tiempos y en los recitales como pretexto para conocer a gente de palabra. Melissa no es una guerrillera pero tampoco cree que este sistema, que hiede a la legua, pertenece, como cree ahora el doctor García, a la esfera de lo sagrado. No, por supuesto.
Pero hay que ser tan obtuso como Alva Castro, tan brutalmente fascista como el jefe de esa policía que el Apra ha ensillado, para decir que en Quito, durante ­una cita tumultuosa de 800 personas, a tiro de cámaras de TV y periodistas de todo calibre, se complotó para arruinar de modo sangriento las cumbres que se llevarán a cabo en el Perú. Si así hubiese sido, el gobierno de Correa es el que habría tomado cartas en el asunto. No, general Octavio Salazar: que Alfaro viva, carajo, no tiene que ver en este ­asunto: en Quito hubo una reunión juvenil internacional donde se habló de la economía globalizada, del hambre también internacional, de las conjuras de Washington en relación a América Latina (a las que usted sirve sin saberlo), de las maquinarias represivas (de las que usted es emblema), de Bolívar y Martí (par de subversivos, oiga usted) y donde, en un momento dado, las FARC aprovecharon para lanzar un vídeo de Raúl Reyes, vídeo que resultó testamentario porque, días después, las fuerzas combinadas colombo-norteamericanas ­agujerearon su escondite invadiendo, precisamente, territorio del Ecuador, fíjese usted.
Decir que todos los que vieron un vídeo de Raúl Reyes están dispuestos a dinamitar los hoteles cinco estrellas de Lima cuando la Apec despliegue su agenda en Lima en medio de miles de policías encubiertos, eso es algo que sería sólo mostachudamente ridículo, como usted mi general, si Melissa Patiño no estuviese presa en Santa Mónica.
En la hipótesis negada de que Melissa tuviera alguna cercanía amistosa con gente que quiere hacer del MRTA un partido político, ¿qué diablos habría de punible en ­eso? Semanas después de su detención, la policía de los Alva Castro no ha mostrado una sola prueba que justifique la detención de Melissa o la de los otros seis peruanos detenidos en la frontera norte y tratados como si este fuera el reino del Chivo Trujillo.
Un puñado de escritores e intelectuales que no salen en los periódicos, que no quieren salir en los periódicos, hicieron un plantón pidiendo la libertad de Melissa Patiño. La policía que el Apra quiere ensuciar hasta donde sea posible, cargó contra los manifestantes y los aporreó. ¿Para esto nos liberamos de Fujimori, mientras Agustín Mantilla –esa mugre dizque de aprismo irrenunciable– recibía dinero de Montesinos en la salita del SIN?
Sorprende, además, el silencio de la “cultura oficial”. ¿Dónde están los que hubiesen puesto el grito en el cielo (legítimamente) si algo como lo de Melissa Patiño hubiese sucedido en la Venezuela de Chávez o en la Cuba de Castro? ¿Debajo de qué camas tiemblan o sobre qué camas se distraen los que deberían decir algo en relación a este periodo de intolerancia que el Apra, con la ­anuencia de la prensa fenicia, está imponiendo?
Qué quiere el doctor García? ¿Imitar a Haya en sus volúmenes, en su viudedad doctrinaria y en su amor por las alianzas oscuras, pero terminar pareciéndose a ­Odría en su entendimiento de la democracia? ¿Haya y ­Odría en una sola persona? ¿La Coalición Apra-Uno hecha carne?¿Y qué está pasando con la prensa peruana? Aparte del parricidio fáctico perpetrado por Gustavo Mohme Seminario, ¿qué otra cosa tendremos que lamentar?
¡Liberen a Melissa, manga de abusivos!

Liberen a Melissa Patiño!

Casona de San Marcos
Viernes 11 de abril, 4.30 p.m.

4/03/2008

Melissa Patiño


Kolumna Okupa. Melissa Patiño, libertad ya

¿Puede una muchacha peruana de veinte años pretender organizar un sabotaje a las cumbres?

Por Rocío Silva Santisteban

De todas las personas con las que me encuentro entre los muros del Establecimiento Penitenciario Chorrillos II todos los lunes por la tarde, ella era con la única que no hubiera deseado encontrarme. Estaba con un libro de Armando Robles Godoy entre los brazos, un polo claro, sus lentes de lectora empedernida y un rostro sereno pero absolutamente triste. Como sostiene Pilar Coll, cuando una va a la cárcel sabe que no visita inocentes, pero cuando se encuentra con alguien como Melissa Patiño, entiende que el sistema no sólo es injusto sino incluso perverso.

No quise escribir públicamente nada al respecto cuando recibía los innumerables correos electrónicos pidiendo su libertad porque no tenía mayores referencias. Desde afuera, mujeres solidarias como Susana Reisz, Francesca Denegri y Mariela Dreyfus me preguntaban por ella. Yo no sabía nada, excepto que era enamorada de Giancarlo Huapaya, un poeta del cono norte a quien conocí en uno de los recitales que organiza Álvaro Lasso. Por eso mismo, para enterarme bien, le pregunté a Javier Arévalo, sobre quien no puede pesar ninguna sospecha de acercamiento radical ni político de ninguna índole. Javier la había convocado para trabajar con él en el hermoso proyecto Recreo que dirige y que está centrado en la difusión de la lectura. A Javier lo conozco desde hace muchos años y sé que si suscribe una defensa de Melissa Patiño no es por empatía emocional, sino por argumentos racionales.

Javier me confirmó lo que sospechaba: Melissa es una muchacha, estudiante universitaria de administración en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con vínculos con colectivos literarios y un activismo literario en su distrito, que fue invitada a Quito para participar en la Coordinadora Continental Bolivariana en lugar de un amigo de Stereo Villa. Un infeliz endose que, a estas alturas y en el Pabellón C de delincuentes comunes del penal de "máxima seguridad" para mujeres, es un pasaje para una de las peores temporadas en el infierno que le ha tocado vivir.

Según me comenta Melissa brevemente, ella aceptó la invitación por conocer Quito, porque, como toda joven, quería viajar por América Latina y poder pisar otras ciudades, latear por esas calles, y reconocerse en las librerías y los parques, que fue lo que hizo cuando estuvo allá. El local de la reunión fue la Universidad Politécnica y la Casa de la Cultura de Quito, donde ella asistió a conferencias de indígenas mapuches y otros ponentes, pero cuando podía se escapaba para conocer la ciudad, la Universidad Católica y el Café del Libro.

Cuando hablé con Javier, y después de escuchar la historia de Melissa, supuse que el Poder Judicial no iba a dar inicio a un proceso, y si lo hacía, en todo caso iría a dictar orden de comparecencia. Pensé que si el jueves anterior escribía sobre ella, a la hora que se publicara el artículo, ya estaría en libertad; incluso porque sus abogados habrían interpuesto un recurso de hábeas corpus. Pero el lunes me quedé impactada al verla en la cárcel de máxima seguridad. ¿De qué se le acusa? Ella me dice que formalmente no se les ha notificado, pero que se trataría de un delito de intentar sabotear las cumbres. ¿Puede una muchacha peruana, de veinte años, pretender organizar un sabotaje a las cumbres y regresar al país tan campante? Y, además, todo esto perpretado desde ¡¡¡¡la Casa de la Cultura de Quito!!!!, local oficial del encuentro de la CCB. Ella me ha comentado que conoció a las demás personas con las que viajó en la misma agencia de transporte Flores, es decir, unos minutos antes de tomar el bus que la llevaría hasta Tumbes, primero, y a Quito luego.

La criminalización de la sospecha nos puede llevar a enfrentarnos nuevamente con un escenario favorable para la intolerancia y la discriminación (y me refiero a todas las partes). Si las actividades que se realizaron en Quito fueron públicas e incluso televisadas por los medios, ¿es acaso factible que, posteriormente, se diga que se trata de actividades sospechosas? Es cierto que varios funcionarios públicos están interesados en "pantallazos" mediáticos que nuevamente, y de manera irresponsable, actualicen y pongan en agenda un tema inflado: un rebrote del terrorismo. Pero estos intereses subalternos no pueden imponer su lógica perversa para que una muchacha de 20 años esté entre rejas por una sospecha difusa en un caso confuso. No hay que repetir los errores que el Informe de la CVR ha señalado con tanta lucidez. Por eso mismo Melissa Patiño debe estar en libertad ya.

(http://www.larepublica.com.pe/content/view/212051/ )