5/15/2007


Posteamos aquí el prólogo que nos hizo el poeta José Pancorvo para la muestra poética que publicamos:


LA SERPIENTE EN LA ANTÁRTIDA SONORA

En el British Museum hay doce tablas de cerámica provenientes de la biblioteca misma de Asurbanipal: la famosa epopeya de Gilgamesh. Se conservan fragmentos de versiones sumerias y acadias que van hasta el siglo XXI –el otro, por supuesto-.
Gilgamesh, el semidiós rey de Uruk, era muy duro y orgulloso, por lo que los dioses le hicieron formar un grupo con otros compañeros de parecidas cualidades. Cuando aparece el monstruo Khumbaba “con voz de trueno y aliento fuerte como el viento”, se aterrorizaron los pusilánimes súbditos de Uruk. Pero sus amigos tienen buenos sueños premonitorios y, después de rendir culto al dios de la luz, el rey vence al monstruo.
Fallece su principal camarada, Enkidu, y Gilgamesh compone una lamentación. Más adelante se va a buscar a Utnapashtin el inmortal, quien en un arca salvó del diluvio universal a un grupo humano y diversa fauna. Para llegar el rey de Uruk pasa por pequeños trabajos como el atravesar todo el Mar de la Muerte. Arribando, Gilgamesh le pide su consejo para obtener la inmortalidad. Utnapashtin le dice que deberá hallar y usar una hierba que crece al fondo mismo del mar. El héroe se sumerge, la encuentra y se la lleva. Pero en el camino, cuando entró a bañarse en un río, viene una gran serpiente y se levanta la hierba preternatural.
Gilgamesh solloza. Invoca a su muerto amigo Enkidu para que lo ilumine. Éste viene del mundo de los muertos y lo esclarece acerca de la vida de ultratumba. Así acaba.
El primer poema épico y arquetípico. El protagonista es un poeta rey héroe. Nos muestra los provechos de estar en grupo; de al mismo tiempo ejercitar la soledad; de afrontar al monstruo tufón. Nos muestra la serpiente sabidaza que suprime las locas ilusiones.
Aunque el ofidio puede tener algunos significados desagradables, todos los símbolos, desde los más deslumbrantes hasta los más repelentes, significan algo negativo por el lado de sus carencias o defectos, y algo positivo por sus cualidades. Así en la Biblia el león simboliza tanto a Jesucristo –por su realeza- como a Satanás –por su ferocidad egoísta-, y recomienda ser “sencillos como las palomas y sagaces como las serpientes”.
Y nos hemos de vuelta al siglo XXI –éste-. Cuando nos habemos en Letras de San Marcos o en la calle de los qilqakamáyoq a veces he escuchado a la distancia a los del Club de la Serpiente hablando entre ellos. Me sorprendía siempre el timbre de voces. Indudablemente debe haber una ley psicosomática entre el tipo de almas y sus hablas.
Siempre las voces de los del Club se destacaban por una sonoridad como dirigida hacia un campo extraordinario, aún a pesar del tema cualquiera. Con un eco psíquico que repercute como en varias paredes, como en una casa vacía: en una vasta morada desierta pero asombrosa. Por contraste los grupos pedestres conversantes por ahí se quedaban en una gama utilitaria o superficial. Voces algo parecidas a las de los auténticos poetas sólo he podido apreciar en algunos paracaidistas, y en algunos escasísimos religiosos que aún practicaban la oración profunda. Y en los mejores de los oficios o artes caracterizados por su noble trato con la muerte.
Las voces del Club de la Serpiente se escuchan en un contexto histórico muy especial. Cuando aún impera el gran Kumbhaba de la modernidad –para ser más exactos, la pseudo modernidad, con todo su séquito post, hiper y neo-, cuya peligrosidad ha disminuido por haber entrado en un feo proceso de demencia senil, pero cuyos alaridos y resoplos mandones siguen siendo aterradores o seductores según el grado de alerta de la víctima. No especificaré más, pues casi todos tenemos alguna complicidad con Khumbaba, y un ejemplo concreto podría tocarnos algún punto sensible, o aún peor.
Los timbres del metal poético del Club de la Serpiente contrastan con los ululatos del innoble engendro. El Club es candidato fuertísimo para ser el grupo más grupo de los 2000, lo que es confirmado por este libro. Ha sido más duradero como agrupación efectiva que casi todos los relucientes grupos de los 80 y 90.
La mayoría son de Bibliotecología y los otros de Literatura y Filosofía. Son especialidades que predisponen a la amplitud. Ya que hemos mencionado antigüedades, recordemos los papiros en que desde el siglo XXIV se aconseja vivamente dedicarse a los libros. Ideal además para épocas especiales de gran formación o deformación. De los siglos VI al XIII, por ejemplo, la gran mayoría de los poetas eran bibliotecarios filósofos. Más cerca, los poetas de la Academia Antártica eran asiduos bibliófilos. Dicho de paso, en un papiro del siglo XVII A.C. Enej recomienda a su hijo tener mucho cuidado con la demasiada cerveza –sí, cerveza- y las mujeres casadas: parece que el progreso de la Humanidad no ha sido precisamente el más alto en los aspectos más substanciales.
Pero el lado grupal del Club se enriquece con su conciencia de la soledad. El Club es una federación de soledades, pero que apuntan a una intuída morada común, a la vez muy lejana y muy interior. La soledad es un pasaje de fondo en este libro, en que se oye con frecuencia su retumbo.


Me llama el tiempo como una espada clavada… así te siento, así escucho tu grito entre los árboles… Hundimos la espada en la mejilla más clara de la muerte… El momento de regresar a mis orígenes no ha llegado... Los ríos del paraíso cantan/ Tu nombre con soterrada indolencia… No muestre tu andar/ Ausencia de morada… Mi sombra/ Grande Oscura/ Sigue la línea/ Ondulante que rodea/ La tranquila sensación/ De no estar de mi cuerpo… Sólo los ángeles viven/ Libres ante la civilización… La sierpe se arrastra por el desierto el de espejos…

Hay lances con el tono visionario auténtico –ni retórico ni miope-. Voces de soledades atentas que sienten la grandeza y el trabajo de la vocación; y la frialdad general del mundo de Khumbaba; y la ordinaria inaccesibilidad a la comunicación profunda de las almas.

Es el misterio de esa mitad de tu vida/ La que intento descifrar… Hoy encontré una lágrima/ La he guardado en la refri… La alarma/ Y la sinuosa sensación del frío/ En nuestros piel/ Reconocen los hilos invisibles… Fuiste creadora de vanas ilusiones/ Que llegan como granizo/ Sobre mi cicatriz ensangrentada… Escribe… labor titánica impuesta en un desierto de treinta y cuatro kilómetros de largo por ochenta kilómetros de ancho… Llegó tarde a la Antártida: “Aquí nos quedamos hasta el fin…”

Se nos llevó a una Antártida de belleza, soledad y voces. Dentro del claro de poesía. Dentro de poetas. Poetas y voces del Club. De la Serpiente. Por el cambio de piel emblema del rejuvenecimiento y de la resurrección. Por ello está en la copa del médico semidiós. Y en la representación del futuro del pasado inmemorial que se redobla. Persistente e indisoluble. La serpiente apunta iluminada. Ondulando entre los milenios nocturnos, burlando al mundo.

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